Una historia sin importancia

A pesar de llevar en Berkeley casi tres meses, Cristina y yo seguimos a la caza y captura de muebles buenos, bonitos y baratos para rellenar nuestro piso y dejar atrás la época de cajas durante un tiempo (supongo que hasta la próxima mudanza, quién sabe cuándo). Esta caza y captura de la gran ganga (nada que ver con la canción de Pedro Almodovar) nos lleva a menudo a una tienda perteneciente a una cadena nacional que se dedica a la venta de muebles de calidades variadas (muy buena, incluida) a precios muy baratos, aprovechándose de excesos de producción o de excesos comerciales de grandes almacenes.

Hoy hemos ido, una vez más, a dicha tienda a buscar algo que nos convenciera y, por suerte, hemos visto una librería-juego de estanterías por un precio fantástico. Nada imprescindible, pero sí una posible buena adquisición. Así que nos hemos lanzado a la piscina, y la hemos comprado. ¿Problema? El truco de esta cadena de tiendas es que no tienen servicio de entrega a domicilio y te lo tienes que llevar puesto. Nuestra fe mueve montañas y nos ha parecido que el mueble, a pesar de ser grande, nos cabría en el coche. Os podéis imaginar la decepción al ver que el espacio de la puerta era demasiado pequeño por muy poco. Por lo tanto, nos tocaba encaminarnos de vuelta a devolver la pieza. Una pena.

Y aquí entra en acción una señora anónima que nos ha visto haciendo maniobras para meter la librería en el coche. Al vernos en el apurillo, y a pesar de que estábamos a unos 25 km de nuestro piso y ella, según nos ha dicho, vive en la dirección opuesta, se ha lanzado a la piscina y se ha ofrecido gustosa a meter la pieza en su coche, de un tamaño mayor, y acompañarnos a casa por el sólo placer de hacernos un favor. Como leéis. No ha aceptado dinero a cambio; ni siquiera que la invitáramos a un café. Sólo nos ha pedido una cosa: "pass it on". Pasadlo. Ella considera que su amable acción queda de sobras compensada por la alegría que nos ha dado y sólo quiere que el espíritu sea transmitido por nuestra parte ayudando anónimamente a alguien que veamos que lo necesita. Simplemente. Puro altruismo. ¿Será que, después de todo, existe el buen samaritano?

1 aportaciones:

Anónimo dijo...

de esta gente se encuentra bien poca.
a ver cuando nos deleitas con turisteos por SF, como el Japantown (tuturuuuu)

besitoooos