La fábula de la cigarra y la hormiga, vista por Eduard Punset

Os dejo una perlita (C=cigarra, H=hormiga):

C. Ahora que lo dices, es cierto que el sistema organizativo de los homínidos es lo más espantoso que he visto nunca. ¡Pobre gente!

H. Al andar casi siempre a ras de suelo, no llegamos a poder seguir la vida cotidiana de los humanos: nos pueden pisar y no solemos ver más allá de sus botas.

C. Nosotras los vemos desde arriba; no se nos escapa casi nada y, cuando hay un obstáculo para verlos, cambiamos de rama. Desde que nacen hasta que mueren están al servicio de lo que ellos llaman el ‘Estado-nación’. En cuanto alcanzan la mayoría de edad –mucho antes de que se haya desarrollado totalmente la neocorteza cerebral, que les permite planificar por su cuenta–, empiezan a pagar impuestos y lo siguen haciendo después de muertos, mediante un impuesto que llaman ‘de sucesiones’ y que debieran llamar ‘de la muerte’.

H. La verdad es que transcurren millones de años sin que rechisten. Aguantan lo indecible. Les quedan ya muy pocas libertades. Desde luego, su Estado-nación está blindado frente al ciudadano, al que hacen la vida imposible. Me han dicho que el Estado tiene sus propios tribunales de justicia y abogados del Estado pagados, como su nombre indica, por el propio Estado. El ciudadano está desamparado.


y el enlace a la fábula completa, por si os pica el gusanillo de leerla entera.

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