"¿y quién te ha dicho a ti que quiero que conduzcas por mí?"

Esta frase es una de las varias que dijo nuestro querido ex-presidente del gobierno, José María Aznar, hace unos días en Valladolid tras recibir la distinción de Bodeguero de Honor de la Academia del Vino de Castilla y León. Y, claro, como no es un tipo que caiga demasiado simpático, no ha faltado gente que se le tire a la yugular.

Especialmente hirientes fueron estas dos frases:

"Es como esos letreros por las autopistas que dicen 'No podemos conducir por ti'; ¿y quién te ha dicho a ti que quiero que conduzcas por mí?"

"Déjeme que beba tranquilo, mientras no ponga en riesgo a nadie ni haga daño a los demás"

Evidentemente, lo primero que se me ocurre es: si tan mala es la DGT y sus campañas; si tan malos son los límites de velocidad, ¿por qué no los eliminó cuando gobernaba con mayoría absoluta? ¿Será porque sabe que, mal que le pese, son necesarios? Estas declaraciones tienen mucho de eso que él tanto critica a varios presidentes de gobiernos de América Latina: populismo. Y es que me da la impresión de que quiso quedar de narices con los productores de vino después del jaleo de la llamada ley del alcohol y la inclusión del vino. Eso, o le había dado al vino en exceso, como algun@s ya insinúan con mucha "mala leche de buen rollo". Por ello, tampoco me sabe tan mal que le lluevan tantos palos.

No me parece tan mal, pero tampoco me parece bien. Porque los ataques tienen toques marcados de oportunismo y de oír lo que se quiere oír. La excusa de las declaraciones es que él cree en el liberalismo, es decir, en que las personas sean libres de decidir lo que quieren hacer y en que la libertad de uno acaba donde empieza la del otro. Aunque yo creo que las libertades individuales no son entes con fronteras claras y que podemos encontrar casos en los que no estaría nada claro, sí que creo que se está sacando el tema de madre. Fijaos en el texto que marco en negrita: "mientras no ponga en riesgo a nadie ni haga daño a los demás". Yo no creo que se la suden las víctimas, como algun@s insinúan, sino que es en esto en lo que se basa la libertad individual. Sin embargo, es un caso flagrante de que el liberalismo no es tan fácil como algunos quieren hacer creer. Y es que, ¿quién decide que no está poniendo en riesgo a nadie al beber? ¿El que bebe? ¿Y si no está en condiciones de evaluar su estado decidir con claridad, precisamente porque ha bebido? ¿Cuántas veces se oye por las noches: "¡eh! Que yo controlo..." mientras se necesita el hombro del colega para tenerse en pie?

Lo de dejar a alguien beber tranquilo sería lo ideal. No tener que tener un organismo como la DGT o límites de velocidad sería fantástico... si la gente fuera responsable y pensara en disfrutar de la libertad sin fastidiar la de los demás. Pero, ¿cuántos de los conductores borrachos que afectan a otra gente con su conducta no habrían dicho momentos antes: "¡eh! Que yo controlo..."?